jueves, 30 de abril de 2009

Experiencias Perrunas:La vida de Toby


*En este sexto capítulo de la vida de Toby, Chocho el Viejo nos sigue contando la vida de su can.



Enigma Hídrico.

Este ente desconsiderado, enemigo de mi tranquilidad y bienestar posee capacidades incomprensibles para una mente lógica y normal; cito la siguiente: bebe dos cucharaditas de algún líquido, por el momento sólo le proporciono leche y agua, preguntaré a un veterinario desde que edad o con cuanto peso puede permitírsele beber alcohol; decía bebe dos cucharaditas de agua y fabrica dos cucharadas soperas de orina, cierto y comprobado, yo soy .buen observador.


Resolviendo este misterio, estableciendo como ese organismo transforma dos cucharaditas en dos cucharadas, algo así como quintuplicar el volumen, se resolverían problemas de escasez de agua e industrializando el método, problemas de sequía.


Fui víctima de un asalto con destrucción a la propiedad y robo. Necesitaba un perro guardián.

Toby Ecologista

Evelyn trae recado de Leslie y Giselle, quieren saber de Toby.Pues claro. Última semana de marzo, terminé la confección de la casucha del perro y a dormir afuera. Casucha y cambio de domicilio son capítulos aparte.


Toby ha demostrado ser un ecologista consumado, profundo y firme en sus convicciones. ¿La naturaleza? ¡Que interesante! ¿El reino vegetal? Más aún. Esta ciencia debe ser conocida desde sus orígenes y ¿Cuál es éste? Las raíces, por supuesto. Y para tener conocimiento de primeras aguas tironea las plantas y cuando las raíces están al aire las examina con rápida y concentrada atención, hay más plantas que investigar.


Los humanos civilizados y racionales hacemos una diferenciación: plantas y malezas. La naturaleza no la comparte. Las plantas necesitan atenciones, cuidados, riegos, podas, abonos, insecticidas, tierras vegetales o con otras preparaciones, solo sombra según las especies y pleno sol otras ¿Ha tenido Ud. que practicar alguna vez los procedimientos citados con la maleza? Al revés, por más que usted se esfuerce en terminarlas las favoritas de la naturaleza ahí están.


Toby esto lo comprendió inmediatamente y nunca ha examinado la raíz de ninguna maleza, por algo él es un ecologista nato.


Cuando manguera en mano me dedico al grato y oneroso placer de regar las plantas Toby hace múltiples intentos de cortar el chorro a mordiscos y como es la única vez que sus dientes fracasan en una acción; se venga mordiendo mis pantalones con alguna insinuación a la piel. Ya descubrió que las plantas recién regadas son más proclives a mostrar las raíces y cuando yo, tan porfiado, las planto de nuevo el demuestra quien manda: las arranca de un tirón y las corta de un mordisco. Espero que me salga tan buen guardián como ecologista.


La última oración está como pintada para cerrar el capítulo y con esa intención la escribí pero me queda una plumada en el tinter…computador.


Pareciera que Toby algo ha aprendido de sagaces y sensatos investigadores que necesitan matar, autorizados por miembros de organismos internacionales de cuya cordura no es lícito dudar, matar, digo, anualmente mil individuos de cierta especie marina. Espero que con el crecimiento Toby sea más clemente con las plantas

Primer ladrido

Toby jugaba, o eso el creía, con ina, la perra. Le insinuaba un mordisco a una pata y antes que ésta la quitara ya le había alcanzado una oreja y la cola y antes que la quiltra le enfrentara ya le había tocado una pata delantera y la trasera del otro lado. La perra apreciaba que ambos toques eran simultáneos, se sentía atacada por una jauría de tobys y ante la inferioridad numérica: una ina ante, por lo menos, cien tobys, recurrió a mi pidiendo protección


Pareciera que esta actitud no fue del agrado de Toby y con el disgusto se le escapó un ladrido que, desde luego, llevaba el sello del emisor: entusiasmo, vigor, advertencia de mordeduras, desgarraduras, laceraciones y más. No se reconoció como autor de ese incivilizado ruido propio de junglas tenebrosas o de selvas mortales. Miró en su entorno cercano, mediano y lejano, no encontró al autor y… claro… el viejo pelado, y me echó un visazo conminador y acusatorio, con una clara reprensión “esas cosas no se hacen.”

Toby, revisor técnico

Un descuido y Toby consiguió uno de sus anhelos, meterse en el recinto donde tengo el…ejem…hum, bueno digamos el automóvil y realizó una veloz inspección. “No hay pérdida de aceite, cosa rara con lo desatento que es este viejo, revisemos, si, está firme, y que duro es, casi me suelto un diente y esto otro: ¿Cómo hago si no me alcanza mi boquita para rodearlo? Tendría que traer a mi amigo el cocodrilo; sería la planta de revisión técnica perfecta. Aquí hay algo que anda mal, y no podía escapar a mi ojo privilegiado, si tiro de este lado y después de este otro sale, clarito que si, así fue; se lo dejaré aquí a la pasadita. ¿Cachan? Me puse chilensis, dije boquita y digo pasadita, luego diré tesito, vinito y sopita”.


Fui del patio al cobertizo del auto presintiendo un desaguisado; “presintiendo” es incorrecto si sabía que algo tenía que haber ocurrido; debía informarme de cual era el desaguisado esta vez y estaba a la vista, el inefable Toby sacó un tirante de los que sujetan el tubo de escape. Mi amigo Víctor, el mecánico le envió un huesito con poco uso como comisión por el trabajito que le proporcionó.

Desacuerdo Hídrico

¿Relato yo o relata Toby? Por supuesto que yo. Aún no ha llegado el tiempo en que un perro me dejará callado.


Insisto en que ina, torrante y Toby deben beber el agua incolora, inodora e insípida que nos enseñaron en la escuela primaria y me preocupo de cambiársela todos los días y si los finos y aristocráticos gorriones la han visitado y dejado tarjeta se las vuelvo a cambiar. Desde niño escuché “el agua no se le niega a nadie” y de algún modo ina y torrante lo conocieron, encontraron humanitario y los gorriones terminaron por considerar esa agua como propia. Toby, a su llegada, cambió inmediatamente las cosas y solamente pueden beber los gorriones cuando Toby está concentrado en sus afanes ecologistas o en su nueva actividad: la minería; está decidido a encontrar oro inmediatamente después de examinadas las raíces y sigue excavando. Intenté ayudarlo en esa tarea y saqué una paletada de tierra y Toby inmediatamente demostró su desaprobación devolviendo la tierra al hoyo.


Como que perdí el hilo del relato, ¿en que estábamos? Ya, el agua que beben mis animales. Toby la rehúsa, incolora si pero insípida e inodora, ¿insípida significa con sabor a cloro? ¿Inodora significa con olor a cloro? ¡Buenos diccionarios usa esta gente! El prefiere al agua con sustancias nutrientes y con la necesaria provisión de sales minerales. Todo ello está en el agua que riega los maceteros. ¡Cosa más rica! Y mejor si está barrosita, ulposa, por suerte el si sabe cuidar y elegir que le conviene.

Su primera enfermedad.

Para relatar la primera enfermedad de Toby es necesario mostrar cual es el hábitat, mundo o universo de estos tres animales, ina, torrante y el personaje central. Es un patio de treinta metros cuadrados, no medidos con huincha decimetrada y centimetrada sino con pasos largos, seis para allá y cinco para acá. Propietarios del patiecito: Una higuera, dos naranjos, un laurel, un caqui y un níspero. Ninguno de ellos recibe las caricias químicas de antinada y solamente los naranjos uno o dos lavados al año con agua jabonosa para esa cosa negra que afecta a los cítricos. Tampoco estos propietarios reciben la visita de entendidos podadores embellecedores de árboles; eso por ningún motivo. Así, estos árboles son un infra-mini bosquecillo frondoso en todas las épocas del año. En una oportunidad sostuvieron una asamblea y acordaron, con la solitaria y decidida oposición de la higuera que invocaba el artículo 13 de los derechos del árbol: “No recibir detritos de volátiles” Acordaron, repito, convertirse en edificios de departamentos para gorriones. Realizar un censo es obra de romanos pero estoy muy seguro que son más de veinte y pueden, fácilmente, ser doscientos. Paciencia, ya voy a llegar a Toby, los gorriones merecen un aparte. Se retiran al anochecer; entusiastas conversadores hablan alto y claro. Nunca he conseguido entender que dicen pero sospecho que a veces comentan del viejo pelado. Y pienso, si yo fuera gorrión lo haría, que al amanecer sus nuevas entusiastas conversaciones incluyen un recuento censal: ¿Habrá alguno de ellos servido de alimento a un temido bonito gatito malo?


¿Los habrá visitado un búho? Falta agregar que en el concepto de vida gorriónico vale la independencia y terminada la sonora y melodiosa cantata matinal cada uno por su lado a buscar desayuno.


Pasado algunos años descubrió ese grupo de edificios de departamentos una bandada de mirlos, se ubicaron en la acacia del vecino y desde allí comenzaron las negociaciones con los gorriones y ellas dieron como resultado que los antiguos propietarios cedieran el edificio laurel. No sabemos que cantidades de dinero hubo de emplearse en la transacción. Los mirlos son totalmente distintos a los gorriones, tienen un jefe, no sabemos si su elección es o no binominal, y adonde va el jefe van todos y no “cada uno para su santo”como los gorriones. Si los humanos tienen peluquerías para teñirse, decolorarse, rizarse, alisarse, docilitarse, atiesarse, los mirlos deben tener, supongo, plumiquerías donde, pidiendo hora con anticipación, los pongan tan hermosamente negro brillante. Paciencia, todavía falta para la enfermedad de Toby; no he olvidado que esa es la meta. Primero algo de ina. Es un can con aficiones porcinas y le gusta hozar y consume ácido úrico en abundancia, sin temer a reumatismos ni gotas. El único modelo de comportamiento con que cuenta Toby es ina y también hoza y traga.



Al fin llegamos. La enfermedad fue por algo que tragó y tuvo un episodio de vómitos. Se ocultaba de mi, como si estuviese avergonzado, tras unas plantas que aún resisten sus afanes ecologistas. Él tiene en sus genes acopio de sabiduría. Se sometió a un estricto régimen hídrico durante todo el día y recién anocheciendo sus carreras, saltos y mordiscos me notificaron que se sentía bien.


Le coloqué una ración de su comida y solo consumió la mitad. Es de esperar que el hozar aprendido de ina sea, en el futuro, sin tragar.



*Estos relatos están contenidos en el libro "En Rucambhida",cuyos autores son un grupo de adultos mayores de diversas comunas de la Provincia de Cachapoal que están unidos por el amor a la literatura,los que si bien presentan una escolaridad baja,son capaces de crear historias simplemente sensacionales que nos transportan al Chile del pasado,al país del siglo XX, a las zonas de campos, a las primeras comuniones, a los primeros amores, las primeras picardías de los jóvenes de aquel entonces y que ahora son un entusiasta grupo de abuelitos que ejercitan la mente con estas acciones.